domingo, 27 de abril de 2008

El catolicismo y mi peor pesadilla.

No soy creyente, todo lo que sé, lo que he vivido, me demuestra día a día que es imposible e impensable la existencia de un Dios. En ocasiones he deseado poseer esa fe que algunos tienen, creo que algunas cosas serían más fáciles, quizás...
Al contrario de lo que sería consecuente y lógico, la religión católica lejos de difuminar su presencia pública y su influencia privada parece que vaya ganando puestos, en esta carrera de relevos en la que el Vaticano posee las zapatillas más resistentes y las piernas más entrenadas.
No soy creyente y sin embargo mi hija, que tampoco lo es, pierde todas las semanas una hora de clase. Mientras algunos de sus compañeros ejercen su derecho a estudiar religión en la escuela pública, ella ejerce su derecho a vaciar de contenido una hora de clase. Su profesora lo dijo claramente, tengo totalmente prohibido utilizar esa hora para dar cualquier materia curricular, y así semana tras semana pasan una hora lectiva, la arrugan y la tiran a la papelera...
Esta semana, la comunidad de Madrid dió a conocer un convenio de colaboración entre sanidad y el arzobispado, por el cual los capellanes de los hospitales públicos formarán parte del comité de ética del hospital, teniendo voz y voto en las decisiones "delicadas" que correspondan a cuerpos de personas creyentes o no, católicas o musulmanas, testigos de Jehová o budistas...

En estos comités de ética trabajan profesionales de la salud, de la investigación médica que deben decidir, por ejemplo, si deben dar sedación terapeútica a un enfermo terminal, si debe ser operado un feto casi inviable para salvarle la vida aunque las consecuencias para su vida futura seán trágicas, si debe practicársele un aborto a una mujer que se niega a denunciar una violación, etc.
Ya sabemos que piensa la iglesia católica sobre todos estos asuntos, pero se puede resumir en dos palabras: vida y dolor.
Ante todo el derecho a la vida (no a la vida digna) y ante todo el dolor (podéis leer el artículo de las declaraciones del arzobispo de Pamplona sobre los cuidados paliativos aquí) porque el dolor purifica y nos acerca a Dios.
Tengo la horrible sensación de que no lo puedo evitar, que a pesar de vivir en un estado aconfensional la religión se cuela por cada poro de mi vida y en mis peores pesadillas me veo a mi misma sola y desprotegida sobre una cama de hospital y un señor de sonrisa perversa y cruz al cuello vendrá a decirme: "Con que apostaste eh? vaya, vaya... tenemos a una oveja descarriada, pero tranquila... ahora vas a tener tiempo para buscar la fe en el Señor, enfermera! quítele el gotero de analgésico..."

NOOOOoooooooooo!!!!!!!!!!!

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