sábado, 14 de junio de 2008

La generación que más prometía

Nacimos a finales de los sesenta o principios de los setenta. Nuestros padres no vivieron la guerra, aunque sí una infancia llena de escaseces pero también despertaron a una juventud prometedora, con muchas ideas nuevas, ganas de cambiar el mundo y la sensación de que todo estaba por hacer.
Nacimos en una época de cierta holgura económica aún a costa de las muchas horas extras que "echaban" los papás, algunos incluso llegaron a poseer un coche y casi todos podíamos ver la tele.
Nuestra infancia estuvo marcada por programas como "La bola de cristal" tan salvajemente revolucionaria que, estoy segura, si volviera a emitirse crearía gran alarma social.
Entre sección y sección nos lanzaban mensajes que no hemos podido olvidar:
"Si no quieres ser como ellos (plano de borregos mirando a cámara), lee"
"¡Haz deporte! ¡No eches tripa! ¡Juega limpio! ¡Participa!",
"Voy a desaprender para desenseñar cómo se deshacen las cosas"
"Solo no puedo, con amigos sí"
"Tienes quince segundos para imaginar... Si no se te ha ocurrido nada, a lo mejor deberías ver menos la tele".
Nadie jamás ha vuelto a tratar a los niños y niñas con tanto respeto desde un programa de televisión.
Seguramente fuimos la generación que más prometía. Ahora somos padres y madres. Estos días, por temas de trabajo, he tenido ocasión de conocer más a fondo a un gran número de padres y madres de mi edad: el panorama es desolador.
Una generación de hombres y mujeres con un alto grado de analfabetismo funcional, que no sabe con exactitud a que curso o clase van sus hijos, a los que les cuesta entender una circular o reprender a sus niños más allá del cansino "¿qué no has oído al señor? ¡¡qué te quites de ahí!!", una generación con la que no me identifico en absoluto, de la que esperaba muchísimo más, una generación que prometía pero que ha acabado defraudando.

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