Era sábado por la noche cuando unos amigos y yo decidimos salir a cenar. Como todos somos mileuristas (currantes que madrugan, diría Rajoy) decidimos que lo mejor era ir a un restaurante chino.
Nada más llegar y en lugar de salirnos el camarero raudo y veloz y preguntar con una sonrisa en los labios cuantos somos, nos vemos en la barra a la camarera fumándose un cigarro, mientras el cocinero y un ayudante, de brazos cruzados miraban el derby en una televisión que estaba extraordinariamente alta, la maquinita traga-perras que hay en la entrada nos sobresalta.
Nos sentamos en la mesa que nos parece y al cabo de diez minutos llega arrastrando los pies una camarera con cara de estar sufriendo en silencio las hemorroides:
- Qué va a ser- pregunta con desgana mascando un chicle.
- Querríamos cenar, ¿podría traernos la carta? -pregunta el más osado de todos nosotros.
- ... la carta? ya... Xiao-li traéles la carta!!!!
Y nos deja con la palabra en la boca, diez minutos más tarde llega un camarero sudoroso, con la camisa por fuera y cara de "no me toques los cojones que mi equipo va perdiendo".
El resto de la noche fue muy similar, platos que tardaban y estaban frios, el vino que llegó cuando íbamos casi por los postres, equivocaciones en la cuenta... uffff fue una noche espantosa.
Al salir le pregunte a la chica que seguía fumando tras la barra qué había motivado este cambio de actitud, como podían haber dejado de ser amables, serviciales, respetuosos, rápidos y eficientes...
¿Qué no te has enterado, guapa? Es por el contrato de Rajoy, hemos de adaptarnos a las costumbres españolas, nadie quiere volver a China ...
¡¡¡otra de bravas!!!
1 comentario:
Si en algún bar de "inmigrantes" nos trataran como nos tratan en algunos sitios "tipical spanish" seríamos capaces de poner una denuncia en el juzgado de guardia. Muy bueno!!
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